viernes, 20 de agosto de 2010

11

Tremendo hijo de puta fuiste, me inyectaste un caos sin dosificar que todavía me corre por las venas, aunque estés lejos, aunque ya me olvidé de cómo hablás, de cómo pensás, de cómo sos. 
Olvidé las innumerables maneras de terminar con tu vida que fantasee por más de trescientos días, pero todavía recuerdo como salvaste la mía hace más de seiscientos.
Realmente ya ni me acuerdo de cómo eras, pero todavía recuerdo que tenías unas pestañas muy largas, quizás también de que eras un buen amante, aunque solo sea un recuerdo cualitativo más y no uno sensorial.
A fin de cuentas, y a pesar de todo, después de tanto tiempo, pude matarte.

1 comentario:

Яaƒ dijo...

El asesinato a veces es necesario... Oculta bien el cadaver para que no reviva...