viernes, 20 de agosto de 2010

11

Tremendo hijo de puta fuiste, me inyectaste un caos sin dosificar que todavía me corre por las venas, aunque estés lejos, aunque ya me olvidé de cómo hablás, de cómo pensás, de cómo sos. 
Olvidé las innumerables maneras de terminar con tu vida que fantasee por más de trescientos días, pero todavía recuerdo como salvaste la mía hace más de seiscientos.
Realmente ya ni me acuerdo de cómo eras, pero todavía recuerdo que tenías unas pestañas muy largas, quizás también de que eras un buen amante, aunque solo sea un recuerdo cualitativo más y no uno sensorial.
A fin de cuentas, y a pesar de todo, después de tanto tiempo, pude matarte.

martes, 10 de agosto de 2010

10

Prendés la computadora, ves al Charro y te comés el cuento de que todo es posible, de que la magia existe y que las cosas de adentro trascienden; en HBO dan The Notebook, la enganchás y llorás a morir, volvés a creer que todo trasciende más allá del tiempo, del universo. Te lo comés, te lo tragás y lo escupís cuando te das cuenta que la vida real es un asco, que nada trasciende, que el más copado es el que come más minitas por segundo y el que mejor chamuyo tiene, que en la vida de alguien sos sólo una entrada más de su agenda de la semana, que un día existís y al otro no servís, que nadie tiene huevos para sentir y jugarsela, que la convención del nuevo milenio es que valés por como te ves y no por como sos, que si amás algo sos un pelotudo, que si pensás diferente y no como la masa sos un facho, que si tenés sueños y querés cumplirlos tenés que ir a un psicologo y mil variantes más. Y, la verdad, prefiero volver a HBO y seguir comiendo magia, aunque tenga que escupirla un par de veces por día.